¿Si yo tuviera un hijo que educar, de que me ocuparía ante todo? ¿Seria de hacerle hombre de bien o gran hombre? Me he respondido: De hacerle hombre de bien. Que sea bueno, primeramente; sera grande después, si puede serlo. Lo prefiero, por el, por mi, por los que le rodearan, con un alma generosa, antes que con un hermoso genio…
Me he preguntado ¿como lo haría bueno?; y me he respondido: Inspirandole ciertas cualidades del alma que constituyen especialmente la bondad.
¿Y cuales son esas cualidades? La justicia y la firmeza: la justicia, que no es nada sin la firmeza; la firmeza, que puede ser un gran mal sin la justicia; la justicia, que evita la murmuración y regula la beneficencia; la firmeza, que dará consistencia a su conducta, le resignara a su destino y le elevara por encima de los reveses.
He aquí lo que me he respondido. He releído mi respuesta; y he visto con satisfacción que las mismas virtudes que sirven de base a la bondad, servirían de base igualmente a la verdadera grandeza; y he visto que trabajando en hacer a mi hijo bueno, trabajaría en hacerlo grande; y me he regocijado en ello.
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